viernes, 15 de febrero de 2013

De amores y desamores en el Arte.

El calendario nos muestra que ayer fue 14 de febrero. Sí, efectivamente sufrimos ese día en el que las parejas aprovechan para demostrarse su amor eterno y que el resto de los mortales pasamos sin pena ni gloria. Psche, corazoncitos... Pero no todo van a ser horteradas así que, aprovechando que mis ganas de escribir y actualizar se mantienen an alza, me dio por investigar sobre el Amor en el Arte y hoy os voy a hablar de ello.

Dedicar una retrospectiva (gran palabra) a este sentimiento no es tarea fácil, debido entre otras cosas a la cantidad de imágenes e información a la que debes enfrentarte.




Desde muy pronto se atribuyó al amor una significación femenina, con figuras como la fenicia Astarté, la mesopotámica Ishtar, la sumeria Innana, la egipcia Isis... La mitología clásica lo identificó con Eros o Cupido, hijo de Afrodita y Ares en la mitología griega y de Venus y Marte en la romana. Eros/Cupido sería el dios del amor erótico o deseo, mientras que su madre sería la imagen del amor pasional, la lujuria o la fertilidad... Siglos después, los humanistas distinguirían entre dos tipos de amor: El amor sacro y el amor profano, como muestra el famoso cuadro de Tiziano, pintado en 1515/16 y que hoy se encuentra en la Galleria Borghese (Roma).


Erwin Panofsky, todo un boss para los que en su día estudiamos Iconografía, vio en esta obra el concepto neoplatónico del amor humano frente al amor divino, identificado respectivamente en la Venus Vulgaris (vestida) y la Venus Celestis (desnuda). Puede resultar curioso que la mujer vestida sea la imagen del amor vulgar y no al revés, pero sucede que la desnudez hace referencia a la Verdad y por tanto a un Amor puro y sacro, que desprecia lo terrenal por metas más elevadas, mientras que la vestida necesita de ornamentos como el vestido y las joyas, anclada así en lo terreno y fugaz. El sarcófago (la muerte) convertido en fuente (la vida) también es otro símbolo a tener en cuenta para explicar la dualidad del amor, así como el fondo paisajístico, que Tiziano hace diferente para cada mujer: con una ciudad fortificada y muy boscoso para el amor terrenal y con un prado despejado y una iglesia para el celestial.

Dejando a un lado estas simbologías que identifican al sentimiento amoroso con deidades y virtudes, mi búsqueda fue más encaminada a las representaciones del Amor como relaciones de afecto y cariño entre individuos, ya fuese en parejas de distinto sexo o del mismo o entre familiares. 


La imagen más temprana que se tiene de dos amantes en plena unión sexual corresponde a la pareja Arin Sakhri, con unos 11.000 años de antigüedad. El hombre y la mujer se abrazan el uno al otro y la figurilla tiene la peculiaridad de que, según se mire, posee una forma fálica o vaginal, uniendo en este abrazo ambas sexualidades. Actualmente esta imagen en calcita puede verse en el Museo Británico de Londres. Se considera obra de un pueblo mesolítico, el primero en domesticar animales como las cabras y las ovejas y en conocer los beneficios de la agricultura y, por tanto, de la importancia de la fertilidad


También en el Museo Británico puede admirarse el Ánfora de Aquiles y Pentesilea, una jarra de vino pintada por Exekias, un reconocido artista griego, en torno al 540-530 a.C. Utiliza la técnica de las figuras negras, en la que este pintor y ceramista sobresalió como ningún otro. La imagen que nos presenta es la de la muerte de Pentesilea, reina de las amazonas, alanceada por Aquiles. Y me diréis, ¿qué tiene esto de amoroso? Bueno, resulta que en la famosa guerra de Troya las amazonas acudieron en ayuda de Príamo, rey de los troyanos. Pentesilea luchó duramente con Aquiles y justo en el momento en que el soldado griego iba a atravesarla con su lanza, ambos se miraron a los ojos y se dieron cuenta de que se amaban profundamente. Pero Aquiles debía cumplir el objetivo por el que estaba llamado a esa guerra y Pentesilea recibió la lanza en su pecho sin rencor alguno. ¿Qué os parece, eh? Estos griegos...


Juntos hasta la eternidad. Ésa es al filosofía del Sacófago de los Esposos hallado en Cerveteri y que hoy expone el Museo Etrusco de Villa Giulia en Roma. Es una de las obras más conocidas del arte etrusco, con fuertes influencias helenísticas en los ojos almendrados, las sonrisas arcaicas y los cabellos rizados en mechones rígidos. Los amantes siguen juntos en la otra vida, disfrutando de un banquete recostados. Está realizada en terracota y fue pintada con posterioridad; su tamaño es casi a escala natural lo cual nos muestra la habilidad del pueblo etrusco para modelar y cocer la arcilla.

"Enamorarse delante del Sarcófago de los Esposos del Museo Nacional Etrusco" es una de las 101 cosas que para Ilaria 
Beltramme se deberían hacer en Roma almeno una volta nella vita.

Llega el momento del picante, ¡ayayay! Vinculado con el amor viene el deseo sexual, aunque la lujuria no siempre viene de la mano del amor (pero ése es otro tema). En el Lupanar de Pompeya, el mejor conservado de los 25 prostíbulos que hubo en la ciudad, se encuentran representadas distintas escenas eróticas que muchos han identificado como ejemplos del servicio que ofrecía la prostituta cuya cámara adornaban. Lo cierto es que no es así, sino que simplemente decoraban las paredes del prostíbulo: ¿qué mejor tema que ése para ir poniendo a tono al romano de turno? También de origen romano es la Copa Warren, de finales del siglo I d.C., hecha en plata y decorada con dos escenas de coito entre hombres, bastante explícitas además. En una de ellas aparece un hombre barbado, de mayor edad, sodomiza a un joven imberbe mientras un criado espía por la puerta (una práctica de voyeurismo). La otra escena es de dos jóvenes sin barba, recostados en una cama. Hemos de tener en cuenta que en la Antigua Grecia los encuentros entre hombres era algo totalmente normal y sin duda esta obra responde a influencias helenísticas en suelo romano.
 


Llega el momento de saltarnos unas cuantas centurias para aterrizar en el siglo XIV o, como lo llamaron los italianos, el Trecento. No es que la gente no se quisiese en la Edad Media, sino que ese tipo de imágenes no eran bien vistas por la Iglesia, siendo la mayor parte de los temas de cariz religioso.

Un adelantado para su tiempo fue Giotto, sin duda un hito en la historia de la pintura occidental. Su producción hizo que su nombre transcendiera, algo que pocos artistas medievales anteriores consiguieron; de hecho hay quien sitúa el verdadero inicio del Renacimiento con su obra. Pues bien, en Padua realizó un capolavori como fueron los frescos de la Capilla Scrovegni o Capilla Arena, narrando desde la vida de San Joaquín y Santa Ana, como la de su hija la Virgen y la de Cristo, culminando en la Pasión y Pentecostés. En la parte alta de la pared izquierda tenemos el Encuentro entre la Puerta de Oro, con el beso entre Joaquín y Ana: los dos rostros parecen fundirse en uno solo, con la mirada depositada sempiternamente en el otro mientras se abrazan. 

Las creaciones de Giotto fueron de una importancia tremenda. Esta imagen influenciaría siglos después al escultor ConstantinBrancusi para su célebre El Beso.


También de estos años es el llamado Codex Manesse, un códice copiado e iluminado entre 1305 y 1340 en Zúrich; recibe el nombre de la familia que lo encargó. Tiene más de 138 miniaturas que ilustran las canciones de amor trovadorescas que recoge. Las imágenes son de gran belleza y han pasado a ser el arquetipo del amor cortés entre damas y caballeros, con escenas de cortejo, de paseo, de amor bajo los árboles, incluso de rescate de una princesa en lo alto de su torre (modo Shrek). 


Angelo Bronzino pintó, entre 1545 y 1550, una de las obras que más interpretaciones ha suscitado entre los expertos. Se trata de la Alegoría del triunfo de Venus o el Amor, cumbre de la pintura manierista. Fue un encargo de Cosme I, duque de Médicis, y puede admirarse en la Galería Nacional de Londres, cosa que hice extasiada hace unos añitos. Intentar describir este cuadro bien valdría una entrada, así que seré breve: Cupido aparece en el centro abrazando a su madre Venus, a quien besa de forma sensual. La diosa sostiene una manzana y una flecha, la cual esconde detrás de la cabeza del niño, quizás queriendo ocultar la doble naturaleza del amor (dulce pero doloroso). Este abrazo se rodea de las distintias pasiones del amor: la mujer anciana que se tira de los cabellos podrían ser los Celos o la Desesperación, el niño que lanza rosas sería el Juego o el Placer, y la bella muchacha que tiende un panal de miel y cuyo vestido verde no llega a tapar su naturaleza bestial (piel de reptil y garras de león) sería el Fraude o el Engaño. Mientras tanto, en lo alto del cuadro, tenemos a la Verdad y al Tiempo, tratando de destapar la escena, pues el tiempo y la verdad todo lo descubren.

La artificialidad en las posturas es un rasgo inherente al Manierismo. Bronzino contrapone el blanco satinado de las pieles de Venus y su hijo con la tela azul, el vestido verde o el cojín rosa.


Rembrandt Van Rijn captó en una imagen imperecera del amor en una pareja en la obra que se ha titulado La novia judía: algunos autores identificaron al hombre con el padre de la novia, a la que entregaría un collar en el día de su boda. No hay apenas datos contextuales que nos hablen de quiénes son o de la relación que puede haber entre ellos; no obstante, el gesto de colocar la mano sobre el pecho de la mujer responde sin duda al afecto o cariño entre ambos. 


En el siglo XVIII encontramos el Rococó, un estilo artístico que supuso "rizar el rizo" del Barroco, un periodo de amor cortés, de galanteos y dobles sentidos que desembocó en un estilo recargado y carente de preocupaciones que no fuesen el propio disfrute. Cómo no iban a abundar en este ambiente los temas amorosos, como el que nos ofrece Jean Antoine Watteau en su obra maestra Peregrinación a la Isla de Citera. A primera vista parece una fiesta campestre en lo que se ha venido a llamar un "ambiente rural idílico"; no obstante, cercanas al espectador se muestran tres parejas que representan las etapas de la seducción: el cumplido (izquierda), un hombre se acerca a cortejar a la mujer; la danza (centro), el hombre tira de la mujer para que se levante y bailen, lo que realizaría el deseo amoroso; y el paseo (derecha), finalmente la pareja va a embarcar, alejándose del jardín y de la inocencia, acompañados de un perrito, la fidelidad. Ahí es nada. El cuadro se pintó en 1717 y se puede ver en Louvre.

El arte rococó es conocido por su gusto por el disfrute o la relajación de costumbres, actitudes que solían mostrarse en estas fiestas campestres. Ay, los bosques...



En el mismo museo encontramos la famosísima escultura de Psique reanimada por el beso del Amor, obra de Antonio Canova, realizada en mármol entrre 1787 y 1793. Recoge la leyenda que Apuleyo narra en su Asno de Oro: Psique es una bellísima joven a la que Cupido ha tomado por esposa, albergándola en un palacio. Cupido no se mostraba ante ella, acercándose solamente en la noche, por lo Psique, deseando conocer a su marido, prendió una vela y pudo observar la belleza de su esposo; éste, airado, huyó. Tras una serie de pruebas para recuperar el amor de Cupido, Pisque cae dormida por un sueño estigio (procedente del Inframundo) y gracias al beso de su marido puede despertar. La historia de Psique encerrada en un palacio y creyendo amar a una bestia que ocultaba su rostro sirvió de inspiración para un cuento... sí, acertáis, La bella y la bestia de Jeanne Marie de Beaumont.


Los amantes de Teruel, tonto ella y tonto él... la muerte por Amor es otro tema del que han bebido en múltiples ocasiones la literatura y el arte. En el siglo XIX español tuvo una grandísima importancia la pintura de historia, a la que pertenece Los amantes de Teruel, un lienzo de 1884 pintado por Antonio Muñoz Degrain. El artista recoge el momento más dramático de este amor imposible: él, Diego de Marsilla, está amortajado como guerrero que fue, mientras ella, Isabel Segura, se abraza a su cuerpo mientras muere, con la cabeza apoyada en el pecho del que fuera su amor imposible.


Unido al amor está el desamor... y vaya, no le he dedicado ningún párrafo. El abandono o La Edad Madura, obra de Camille Claudel, ejemplifica totalmente este sentimiento. Apasionada de la escultura, Camille fue aprendiz en el taller de Auguste Rodin y se enamoró de su maestro. Ambos fueron amantes durante años hasta que en 1898 él la abandonó por su esposa Rose. Camille, presa de la desesperación y los celos, creó este grupo escultórico hoy expuesto en el Museo D'Orsay de París: un hombre es guíado por una anciana mientras una joven, arrodillada, implora con los brazos extendidos... sin duda una imagen amarga del abandono que tuvo que vivir Camille. Si quieres saber más de su historia, pincha aquí



En 1892 Toulouse-Lautrec realizó una serie de cuadros para decorar un prostíbulo parisino, en los que retrató a algunas de las prostitutas que trabajaban allí. Es muy conocido Beso en la cama, una imagen que hasta hace poco representaba un hombre y una mujer para mí... ¡cuando en realidad son dos mujeres! Son observadas por el pintor mientras se besan abrazadas en la cama; Toulouse las retrata con suma naturalidad y cariño, aplicando el color a rápidos golpes y creando sombras malvas, que suavizan el fuerte rojo. Apabullante.


El año pasado se pudo disfrutar en Madrid de una exposición, compartida por el Museo Thyssen y Bankia Caja Madrid, sobre Marc Chagall, pintor del que conocía apenas nada pero me enamoró. La novia es el título de un cuadro pintado en 1950, que recoge uno de los temas que más fascinaba a Chagall, como es el del matrimonio. Una joven con vestigo rojo y velo blanco es el centro visual de la composición, rodeada por un hombre que puede ser su amante o quizás solo la esté probando el velo. Aparecen animales como la cabra tocando instrumentos musicales, todo un leit-motiv en su obra. Me parece un lienzo precioso por el colorido que Chagall le otorga, el cual siempre era importantísimo en sus cuadros.

El grupo francés Hold Your Horses! representó esta obra en el famoso videoclip 70 million
en el que hacen un rápido y original resumen de la historia de la pintura occidental.

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El amor, el amor... creo en el amor por encima de todo, el amor es como el oxígeno, el amor es algo esplendoroso, el amor nos eleva a nuestra esencia, ¡todo lo que necesitas es amor!

Con estas palabras, pronunciadas por un atolondrado Ewan McGregor como el poeta Christian de Moulin Rouge, me despido. Algunos echaréis de menos obras vinculadas al amor como La primavera de Botticelli, las versiones de El beso de Klimt y de Rodin, imágenes de matrimonio como las de Van Eyck o Rubens... Pero los post, como el amor, tienen su tope.


Et ego Geloira.

2 comentarios:

  1. ¿Te parece de verdad que el retrato de las dos mujeres besándose de Toulose-Lautrec representa el cariño?
    Jamás habría hablado de cariño, sino de pasión y en cierto sentido, violencia. De hecho, aunque no sabía que eran dos mujeres (la de encima me parecía un hombre), en cierto sentido me recordaba al cuadro de Bacon "Dos hombres"(es una comparación sumamente atrevida y subjetiva)que me parece una de las pinturas más fascinantes para hablar sobre la violencia de algunas relaciones sexuales.
    El rojo de este cuadro es impresionante impresionante.

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  2. Buenísimas imágenes cantando el amor y pasión erótica.Me fascinan tu pagina.

    Te robare unas imágenes para ilustrar mi colección de poemas.

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