sábado, 8 de marzo de 2014

En(de) y Artemisia: historias de mujer.

La poetisa Safo me permite ilustrar
este homenaje a las mujeres
creadoras.
Cualquiera que se aproxime a la Historia del Arte puede advertir que, en un número elevadísimo de casos, la mujer ha sido el objeto a captar en la obra de arte. Desde las Afroditas y Venus, las Vírgenes, las santas, las criaturas mitológicas de cuerpo femenino, las damas de alta cuna, las reinas, las prostitutas, las obreras... No digo yo que no haya habido modelos masculinos, que los hay y bien preciosos que son muchos de ellos (ese maravilloso David de Bernini...).

Hoy, en el Día Internacional de la Mujer, quiero destacar a las creadoras que, en épocas dominadas por los hombres, fueron capaces de hacerse un hueco por méritos propios. Tanto, que hoy se las sigue recordando, a ellas y a sus obras, en una historiografía del arte hecha muy frecuentemente por y para los hombres. 

Por motivos relativos única y exclusivamente al propio gusto, me limitaré a tratar dos ejemplos que me apasionan y que pueden servir perfectamente como ejemplo representativo de tantas y tantas artistas que la Historia ha tenido el gusto de conocer.



No puedo sino empezar por la monja En, o Ende, que vivió en la Hispania del siglo X. Poco o nada se sabe sobre esta mujer, lo suficiente para proclamarla (y ahí es nada) primera pintora de Europa. En estos casos siempre es conveniente añadir hasta que se demuestre lo contrario, pero de momento así es. Solo una obra, el Beato de Gerona, ha bastado para asignarla ese título. La calidad de las miniaturas del manuscrito se une al hecho importantísimo que narro a continuación: su firma, conservada en el colofón del libro, precede a la de su compañero Emeterio, también miniaturista. Lo normal en los colofones (la conclusión de los volúmenes, donde se incluía quiénes lo habían realizado y para quién) es que se firmase por orden de importancia: después del Abad Dominicus, patrocinador de la obra, aparece En como depintrix y Die aiutrix (pintora y sierva de Dios).

La torre del monasterio de Tábara, donde se
ubicada el scriptorium en el que trabajó
la misteriosa En(de). La miniatura procede
del llamado Beato de Tábara (hoy en el
Archivo Histórico Nacional de Madrid).
El estilo de En(de) ha sido aplaudido por muchos estudiosos de miniatura como John Williams (no confundir con el compositor de bandas sonoras inolvidables). Verdaderamente tuvo que ser una excelente pintora, que aprendió de Magius, uno de los mejores miniaturistas del momento, no en vano bautizado como "el Picasso del siglo X". A Magius le debemos Beatos como el de San Miguel de Escalada, perteneciente al Reino de León. También de este reino hispánico procede la obra por la que conocemos a En(de): el Beato de Gerona. Que su nombre no os engañe, pues su origen está en el scriptorium de Tábara, en la actual provincia de Zamora, un monasterio dúplice en aquél tiempo (para monjes y monjas).

Anteriormente me he referido a En como monja, sin duda porque la tradición la ha considerado así, dado que los que participaban en la iluminación de manuscritos eran monjes. Williams (y debemos tomar sus palabras muy en serio) opina que En no procedía precisamente del clero, sino que podría ser una mujer de alto rango y de estado civil desconocido. Esto no nos debería de extrañar, teniendo en cuenta que en el Reino de León nacía en aquella época la institución del Infantado, donde las mujeres de la familia real, mientras se mantuviesen solteras y no quisieran ordenarse monjas, podían disponer de muchas propiedades y fundaciones. No quiero decir con esto que En fuese una infanta (porque no lo fue), si no que no sería raro ver a mujeres solteras de los estratos más elevadoss de la sociedad, desenvolverse en roles "puramente masculinos" y poder dejar testigo escrito de ello.


Otra de mis creadoras favoritas procede de una época y un lugar radicalmente distinto: la Italia del siglo XVII. Me voy a referir a Artemisia Gentileschi, una de esas mujeres que no tuvieron una vida precisamente fácil. Si de En(de) sabíamos poco, de Artemisia quizás sepamos demasiado. La biografía de esta pintora de despacha a la velocidad del rayo la mayoría de las veces, destacando sobre el resto dos aspectos: su violación a los 19 años y su inclusión en el grupo de los caravaggeschi (es decir, seguidores de Caravaggio) italianos. Y así, Artemisia pasa sin pena ni gloria para muchos, no digamos ya en los currículos los de Educación Secundaria o Bachillerato. Si el 8 de marzo encarna unos ideales, éstos son los de Artemisia: una mujer que, a pesar de los golpes de la vida, supo rehacerse y buscar el lugar que merecía en el ambiente artístico italiano.

La historia de Judith y la criada que cortan la
cabeza a Holofernes será uno de los temas
más recurrentes para Artemisia.
Me pregunto por qué.
No voy a entrar en muchos detalles, pues la biografía de esta artista la tenéis a un alcance de click en blogs como éste. Hija de un pintor de cierto éxito, Orazio Gentileschi, comenzó a aprender el oficio de pintor muerta su madre a los 12 años. A los 19, al estarle prohibido por su género entrar a una Academia, su padre le buscó un tutor privado, Agostino Tassi. Siempre me ha llamado la atención que durante el juicio a su violador Tassi, antaño su maestro, Artemisia también sufriera torturas para comprobar que decía la verdad. Las torturas consistieron en sogas apretadas en torno a sus dedos, apretándose hasta límites insospechados, para comprobar si en ese estado de dolor cambiaba de opinión. Hay que tener en cuenta que el trabajo de un pintor depende de sus manos...

A pesar de que Tassi fuera condenado y su inocencia probada, el fantasma de su violación persiguió siempre a Artemisia, humillándola. Pero su ánimo no se quebró. Encontró en la pintura (más que en su posterior matrimonio concertado) el alivio de su existencia. Supo destacar entre el resto de los caravaggeschi con un estilo propio, que bebía tanto de las obras de Caravaggio (a las que tuvo acceso gracias a la pasión que su padre sentía por el pintor) como de las procedentes de Bolonia y la escuela de los Carracci. Lo mejor del claroscuro caravaggesco y de la paleta boloñesa se conjugan en su obra. Alternó periodos de éxito, como sus estancias en Venecia o Inglaterra, donde fue en 1638 para ayudar a su padre, y otras épocas de mayor dificultad, como su estancia en Florencia entre 1614 y 1620, con problemas matrimoniales y económicos.

La pista de Artemisia se pierde en los años cincuenta del siglo XVII, creyéndose que murió por una oleada de peste que asoló Nápoles, donde se había trasladado. Roberto Longhi la rescató del olvido allá por 1916 y a partir de entonces, su figura ha ido recuperándose, destacando sobre todo los tintes feministas de su biografía.

Autorretrato de Artemisia como Alegoría de la Pintura. Al parecer fue una obra encargada
por el monarca inglés Carlos I, quien había hecho llamar a la artista, curioso de su fama.
Hoy pertenece a las colecciones reales de Isabel II.

En mi historia personal del Arte, estas dos mujeres ocupan un puesto primordial. Separadas temporal y geográficamente y con dos recorridos vitales muy diferentes entre sí, demuestran que lo de mujer luchadora no es algo que nazca en el siglo XX, ni siquiera en el XIX. Es algo que lleva existiendo mucho tiempo y seguirá haciéndolo hasta que en días como hoy no haya nada que conmemorar.

A todas las creadoras... gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario